Círculo de Escritores de Venezuela

Círculo de Escritores de Venezuela

sábado, 27 de agosto de 2011

Arthur Rimbaud, el vértigo de las palabras

Por Carmen Cristina Wolf

Y así ascender despacio
en un inmenso amor
de la prisión terrestre
a la belleza del día.
Arthur Rimbaud


Cuando alguien se adentra en el silencio de la reflexión se crea un descalabro magnífico. La persona entra en ebullición, en una relación oficiante palabra-tiempo-acto. Y se siente impelido a que sus acciones acompañen intensamente a sus ideas y sentimientos. Deja de estar escindido. Abandona la tentación de pensar una cosa y decir otra distinta.
Una manera de adentrarse en el alma consiste en despojarse de la máscara y abandonarse en caída libre al centro de sí mismo. Desde allí se mira descarnadamente el desfile de frases que se entrelazan en nuestras cabezas. ¿Acaso no está en ese desfile la raíz de la lealtad o la traición, de la benevolencia o la crueldad, de la sinceridad o el engaño? La manera como las palabras se organizan en nuestra conciencia conforma en buena parte nuestro espíritu.
Vuelvo a leer los poemas de Arthur Rimbaud, Las iluminaciones, Una temporada en el infierno, Carta del vidente, con una sensación de delicioso vértigo, como quien tiene todo el tiempo, e imagino que el poeta ha escrito su obra hace pocos meses, y en cualquier momento llegará a mi puerta y me dirá:
“Y así ascender despacio en un inmenso amor”. Vivimos con la esperanza de alcanzar el amor, si no hay amor, nadie quisiera vivir. Añoramos cada día, cada minuto, cada segundo, cumplir nuestro amor. El arrebato del amor todo lo transforma, se es capaz de conquistar al mundo y escapar de todas las prisiones.
Versos de Rimbaud que expresan la fe del creador-creyente en la palabra, aunque solo fuese durante los días en los que escribió los poemas y luego le atormentara la duda sobre la significación que podían tener sus textos: “la fuerza y el amor que nosotros, de pie ante las furias y las penas, vemos pasar por el cielo tormentoso y las banderas del éxtasis”.
Se encuentra en buena parte de la obra de Rimbaud una insidiosa desesperación, desolación, el exilio del alma, un desierto sin oasis y poblado de espejismos: “El hombre es triste y feo, triste bajo el vasto cielo / Lleva vestidos porque ya no es casto.” Pero es así que el mundo, por más desolador que pueda parecer, guarda también su belleza, sus promesas. Y el joven poeta arde de deseo e ilusiones y escribe: “Por momentos olvido la miseria en que caí / ...viajaremos, cazaremos en los desiertos, dormiremos en las calles de ciudades desconocidas, sin preocupaciones, sin penas. ¡Oh! Esa vida de aventuras que existe en los libros infantiles para compensarme, he sufrido tanto.” La añoranza de la niñez, el anhelo de viajar a ciudades desconocidas, señala un sitio en el mapa de la ilusión, un lugar donde resplandece la belleza y se puede vivir sin preocupaciones, donde hay bailes, risas, alegres atavíos y sobre todo amor, porque Rimbaud jamás podrá “tirar el amor por la ventana.”
Cuesta mucho poner a las palabras a decir lo que el poeta quiere que digan. Él quebranta sus nexos de costumbre, desgrana las cuentas de la conversación para que las palabras regresen a ser ellas mismas, como recién estrenadas.
El poeta venezolano Eugenio Montejo en el libro Muerte y Memoria escribe: “Algunas de nuestras palabras / son fuertes, francas, amarillas / otras redondas, lisas, de madera...” (...) Y en el libro Terredad, el poeta dice: “Esas voces que digo / han rodado por siglos puliéndose en sus aguas, / fuera del tiempo. / Son ecos de los muertos que me nombran / y me recorren como peces.”
La poesía rompe las frases gastadas y ellas –las palabras- relucen sin sus usos habituales. Les arranca la des-significación y la herrumbre que han acumulado de tanto ser pronunciadas.
Las palabras se lanzan y recogen, se re-unen con otras hasta que van adquiriendo un nuevo esplendor. El poeta las teje en la simultaneidad de sus sentimientos y pensamientos, propicia la amistad o la enemistad entre ellas, en la eclosión del impulso de crear.
Se patentiza así la pasión entre las palabras, la seducción de una palabra por otra, el enamoramiento. Y el poema surge con serenidad o fiereza. Las palabras escapan de su cárcel, se ponen bellas, terribles. Como diría Rimbaud:
... “en un golpe de arco... la sinfonía desarrolla su movimiento, en las profundidades.”

“Busca tu alma”, leo en la Carta del Vidente: “Mírala bien, tócala, cultívala.” ¿Sólo los poetas, o todos hemos sido invitados a esta fiesta de búsqueda? Se requiere coraje y fe para mirar hacia adentro, hacia lo desconocido. Se necesita espíritu, hay que calzar las botas del explorador para recorrer los caminos de nuestro proyecto de ser, algunos bastante transitados. Otros hay que inventarlos.
Es necesario “ser vidente, hacerse vidente”, pues “sólo aquél que transforma su mirada y su corazón se encuentra a sí mismo en premio a haber cultivado su alma.”
Mientras somos únicamente espectadores del curso de las cosas, la existencia nos trae de aquí para allá, nos zarandea, nos empuja y detiene. ¿Me gusta ser llevada así, sin oponer resistencia, o prefiero rebelarme, intentar transgredir la ley de la inercia, para que no sean los valores impuestos desde afuera los que determinen mi existencia?
Si no salvamos nuestras palabras del naufragio, ¿quién lo hará? Los hombres viven en el mundo creado por su propio lenguaje. Cuando éste se empobrece todo aparece descolorido, muerto. La sociedad se desmorona desde los cimientos hasta el friso. Se propaga la farsa, la mediocridad. Si dejamos de amar lo que nos es más ínsito, más nuestro, entonces dejamos de amarnos a nosotros mismos y a los demás.
Es inteligente observar, fluir con los cambios como un barco de vela que aprovecha el viento a su favor. Se esperan las corrientes propicias, aunque no se puede aceptar que sean otros los que conduzcan nuestra nave, cuando no nos gusta el mapa que usan, ni confiamos en su brújula. Y no podemos confiar en la gente que no ama el lenguaje.
La poesía arranca las frases de sus caminerías de costumbre. Los poemas que rescatan a las palabras de la tiranía de los usos y significados establecidos, inventando “formas nuevas”, celebran el ritual de una relación simultánea entre pensamiento y sentimiento. Son poemas de vocación perdurable. Estrenan sus ritmos avasallantes, enloquecen la sintaxis y van más allá, mucho más allá, en una “terrible celeridad de la perfección de las formas”, abriéndose en una “fecundidad del espíritu”, hacia “la inmensidad del universo.” (Cursivas extraídas de la Carta del Vidente, de Rimbaud)
En la Alquimia del Verbo, Rimbaud dice su conocidos y luminosos versos:

Inventé el color de las vocales!... Ordené la forma y el movimiento y me jactaba de haber inventado, mediante ritmos instintivos, un verbo poético accesible, un día u otro, a todos los sentidos.
Nos fusionamos unos a los otros gracias a las frases, cuando quedamos metidos en los ritmos que entran por nuestros sentidos. Con sus cadencias, sus asperezas o suavidades; entran por los ojos de la mente, con sus matices y claroscuros; las frases son saladas, picantes, ácidas, amargas o dulces. Ellas tienen su aroma peculiar, su perfume.
Rimbaud se enorgullece de haber inventado “mediante ritmos instintivos”, un verbo poético accesible a los sentidos. Todo está en el ritmo, cada cosa tiene su ritmo: los planetas, las estaciones, la sociedad, los cuerpos, también la conversación y el poema. Las frases se forman a intervalos de inspiración y espiración, de graves y agudos. Cada palabra tiene su tiempo de silencio. Conforman el significado gracias al silencio: sonido-silencio, sonido-silencio, y así.
El silencio está formado de “cientos y cientos de instantes en movimiento”, escribe Rainer M. Rilke. Instantes en los que se expresa lo dicho, que a veces significa tanto como lo no dicho. Todo, desde una frase amorosa hasta las que brotan de la indignación y el odio, está inmerso en el ritmo.
Crear un lenguaje que penetrará en los sentidos, es hablar de un verbo que seduzca el cuerpo con sus significados, a través de la forma, la movilísima forma. Un verdadero poema fija vértigos y significa algo distinto para cada uno. Escribe lo inexpresable con palabras plenas, desbordantes, que se salen del borde de las páginas a fuerza de significar.
En un golpe de arco, los versos se vierten en las intensidades del alma, en un in crescendo sostenido, y ya no pensamos en nada que no sea el poema. Estamos atrapados en el poema, no podemos librarnos de su influencia. Todo lo que no es el poema se desdibuja, pierde peso.
La poesía nos lleva al resplandor del lenguaje, la prisión se abre para asaltar la belleza del día sin proclama alguna, ni arma de fuego.

domingo, 7 de agosto de 2011

LIGIA COLMENARES: PAISAJE URBANO

PAISAJE URBANO

Íngrima ciudad. Blanco sobre negro.

Negro sobre blanco.


Balanceada estructura en el paisaje urbano.

Negro en lo hondo. Fraccionado momento de la aurora.

Canto de soles.


Gigante ojo que vigila la mañana.


Ciudad despierta.


Amada ciudad. Larga tira de acontecimientos.


Ligia Colmenares

01 de julio de 2011. En homenaje a Caracas

ALID SALAZAR: CARACAS ABISMAL



Por Alid Salazar

El bullicio de Capitolio define a las gentes del suburbio: “Alos chino” “lleve su hombre Araña” “frescos - helados” Es inevitable el aturdimiento, el roce, el choque y presenciar varias escenas en un mismo instante. A la salida del metro en Mercaderes, me distraigo pensando en esa isla larga que conduce hacia la plaza Bolívar; con su enorme cantidad de palomas haciendo sus figuras en el aire, ancianos que se reunían en la tarde o la mañana a echarse los cuentos de otros tiempos, mientras algunos leían el periódico, otros hablaban de caballos y se entretenían viendo algún juego de ajedrez. Aunque mucha de esa gente aun frecuenta la plaza. El nonagenario italiano vestido de blanco impoluto con su bastón de apoyo, que caminaba delante de mí, fue asaltado por dos morenos altos, mientras uno le ataba las manos con las suyas, el otro le sacaba la cartera y huyeron raudos. “ladroni, guante di seta, ladroni di valuta” Una señora con bolsas de mercado grita “ladrones, agárrenlos”.

Por unos instantes no supe de mi. Me quedé con la impotencia tatuada en el alma. Subí al autobús pensando en la inseguridad de mi ciudad, abstraída por la situación me quedé apiñada entre el gentío, un joven amablemente me cedió un puesto, otro sentado a mi lado leía un periódico oficialista. Yo seguía pensando que no pude hacer nada por el viejecito. “La ciudad está extraña” No contesto. “Pasa algo raro, la siento latente” Avanzamos por la Avenida Baralt, observo sus calles abarrotadas de desperdicios. “Como no va a estar latente” le digo “si a cada instante suceden cosas terribles, fíjate la avenida principal está oscura, el metro está congestionado, las escaleras mecánicas no sirven…” Continué enumerando otros tantos detalles. El chico que quería tomarme el pulso para saber mis opiniones, no resistió y se bajó “Prefiero caminar por Caracas para respirar su aire”

Lo vi brincar algunas alcantarillas salidas de su entorno, lanzarse de la calzada al pavimento porque la basura no lo dejaba avanzar. Desde la ventanilla disfruté La Plaza Miranda, que la remodelaron pero no deja de tener maleantes, hetairas, trasnochados e indigentes. Unas mujeres se lanzaban botellas, se decían groserías y los transeúntes corrían asustados. Cerré los ojos y pensé en la belleza de mi ciudad cuando alguna vez está limpia, sus árboles chispeantes y su gente amable. Pasamos por El Mercado de Quinta Crespo y siento nostalgia; evoco mi infancia cuando acompañaba a mis tías a hacer las compras y aunque nunca me han gustado los mercados, ese era un momento de unión con mi familia, un paseo que no me gustaba pero que con el tiempo ha adquirido su valor sentimental, al igual que el mercado de San Martín. Continuamos avanzando y el tráfico era un caos.

La Plaza Madariaga en El Paraíso, estaba muy oscura, sus árboles la arropaban y las intersecciones la bordeaban autos estacionados. El sonido de la música en el bus estaba muy elevado; era un reggaetón aún así el chofer escuchaba a quién solicitaba parada. La Avenida Páez estaba abrumada por la locura de los conductores. El calor era obstinante, sudé como en un baño de vapor. Pasamos por El Pedagógico y recordé que mi madrina me llevaba de niña, también al liceo Aplicación, donde ella daba clases. Esta es solo una parte de la ciudad que ayer recorrí con mucho temor.

De pronto no sabía a donde iba, vi el restauran El Maracaná, solicité parada cerca del Estadio Brígido Iriarte. Crucé la calle, me senté y solicité al mesonero que me sirviera una cerveza bien fría, tomé mi libreta de notas y comencé a escribir. Un muchacho con el torso desnudo, sus ojos relampagueantes, llenos de temor y de rabia me sorprendió en mi concentración: “¡tengo hambre, dame de comer!” Me quedé mirándolo, no tenía más de diecisiete años, estaba descalzo y sus cabellos ensortijados hacía mucho que no sabían de agua y jabón.

Alid Salazar, venezolana, escritora y actriz de teatro. Humanista

MANIIESTO DE SOLIDARIDAD CON MARÍA TERESA CASTILLO

CÍRCULO DE ESCRITORES DE VENEZUELA
Manifiesto de solidaridad con María Teresa Castillo

Nosotros, integrantes del Círculo de Escritores de Venezuela, deseamos expresar nuestra solidaridad con la señora María Teresa Castillo, quien ha sido insigne promotora de la cultura, el arte y los valores en nuestro país, amiga de quienes elegimos el oficio de la expresión de la verdad y de la ética a través de las palabras.

La madre del editor del Diario El Nacional, ha sido agredida de manera vil y soez, desde la tribuna de la desvergüenza, en programa auspiciado por VTV, con descarada impunidad.

Sea el momento de elevar nuestra voz de rechazo por lo que parece ser una política en contra de la libertad de expresión, defendida durante 68 años por la familia de esta noble dama, que sirve de ejemplo a la juventud venezolana. Su nombre se une a la lista de ciudadanos agraviados, por la única razón de oponerse a un régimen que no sólo nos empobrece económicamente, sino que con el uso de un lenguaje ofensivo y obsceno, pretende arrebatarnos también, nuestro patrimonio ético y cultural.

Exhortamos a las Instituciones, cuya misión es hacer respetar los derechos humanos y promover el valor de la tolerancia en los medios audiovisuales, a no hacer oídos sordos ante el clamor indignado que reclama justicia. El Canal de todos los venezolanos está obligado a una programación donde la intención pedagógica se eleve por encima de los intereses de poder de un partido político.

Firman:

Luis Pastori, Alejandro Lasser, Luis Beltrán Mago,Edda Armas,

Eduardo Casanova Sucre, Guillermo Morón, Luis Alberto Machado,

Jon Aizpúrua, Carlos Alarico Gómez, Carmen Cristina Wolf,

Lidia Salas Rincón, Rosario Anzola, Carmen Mannarino

Anabelle Aguilar, Magaly Salazar Sanabria, José Tomás Angola

Álvaro Pérez Capiello, Alejo Urdaneta

Marisol Marrero, Carmen América Oropeza

Ligia Colmenares, Frank Zicarelli, Víctor Guédez

ALADAR TEMESHY AL MARGEN DE LA TARDE

LA VOZ POÉTICA DE ALADAR TEMESHY

Abra las páginas suavemente
como quien ya sabe que los libros
no son para hablar de ellos
y ha aprendido a hacerles el amor
Adalber Salas



La voz poética de Aladar Temeshy está ligada íntimamente a su manera de comprender la existencia y al pensamiento reflexivo. El trasfondo de su escritura es una recia batalla entre la exuberante policromía de la creación y el demoledor paso del tiempo, que todo lo destruye. De sensibilidad contemplativa, tal vez por su profesión de arquitecto y por su dedicación a la docencia, Temeshy conduce al lector, desde la más sublime hermosura de la naturaleza y de las ciudades, hasta el dolor y el sufrimiento de la pérdida de los afectos y de los lugares más entrañables.

Aladar es un romántido a la manera de Rilke. No se reconcilia con la creencia en Dios y en el alma inmortal, no obstante, medita sobre estos temas con la angustia del que se asoma al abismo. Como si hubiera escuchado la voz del poeta alemán Rilke, su poesía transcurre entre luces y sombras, dejándonos caminar a nuestro antojo, sin fijar rumbo fijo, para que el lector elija quedarse entre el bosque pleno de vida y sol y la negrura de lo desconocido. Como dice Rilke:

Vivo mi vida en círculos que se abren
sobre las cosas, anchos.
Tal vez no lograré cerrar el último
pero quiero intentarlo.

Aladar escribe en su poema Mediodía:
El sol derrite los rostros errantes
escondidos entre las moradas lavandas
los laberintos se abrieron
el mundo es caliente, vertical
el mediodía se comparte
entre el hombre y su inercia
el sueño devoró ya su sombra,


En El libro de las decepciones de Aladar Temeshy, editado en el 2008 por Diosa Blanca, el prologuista y editor, Edgar Vidaurre, escribe: ¨En el corazón de la palabra decepción, convergen tres de los aspectos más reveladores de nuestra humanidad a saber: el dolor, la desesperanza (o más bien, la esperanza herida) y la conciencia del engaño y la verdad¨... Ante la decepción, se abren dos sendas: o el hombre se sumerge ante la maraña intrascendente su propio existir, o trasciende el sufrimiento a través de la transformación existencial.

Y es el camino que toma Aladar ante tal disyuntiva. Trascender mediante la escritura, a través de estas palabras que desgarran las páginas de sus libros, especialmente de este poemario Al margen de la tarde, que nos deja con el deseo de leerlo una y otra vez, escrito con la entereza y la precisión del oficiante que se aferra a la poesía como ¨una forma de existencia, de elevación de la existencia, de la presencia fuerte de la existencia¨, como escribió el maestro Alfredo Slva Estrada, amigo personal de Aladar.

Al margen de la tarde está dividido en dos partes: 40 poemas que corresponden al capítulo que lleva el título del libro, y un capítulo de 9 poemas, que lleva por título Cuentas del Tiempo. La exquisita belleza del primer poema del libro, nos lleva al encanto de un universo ensoñado / en un aljibe virgen / sin fondo y sin rimas:

Es una tarde larga
del encanto de Schumann
en el policromado otoño
surgido de las blanquinegras
teclas del piano grande
en la tamizada luz dorada
de una eternidad.

Luego aparecen las amargas dudas rebeldes / sobre razones del estar / o del ser y su justa existencia. Es la espada hundida en el pecho, que hiere en las sombras de las letras, al margen de la vida del autor. La muerte es la última dignidad del vencido, es la trascendencia y la liberación del ser prisionero de esta vida mortal.

No obstante, el gozo de existir y la espera de instantes felices no deja de rondar los versos de este amado libro, como cuando escribe: Sentado en la silla ajada / ajada / del pasillo / frente a la panadería / en la mesa / mi silente café café / y espero / un no sé qué.
Su poema En el pasillo, rememora a Rimbaud, el poeta que no vendrá. Y se pregunta a quién espera. Temeshy asevera: Yo, no vendré / compraré un pan canilla / ... me iré a esperar / afuera de antes / ya fuera de después. Imagina cómo su espíritu, o su recuerdo, vendrá de nuevo a los lugares de siempre, a sentarse, a esperar. No deja de sorprender el descreído poeta, cuando escribe: el pan o es todo / fe, devoción, plegaria, es hablar con Dios / ... canto del trigo / pan caliente. Sólo un poeta de la talla de Aladar puede escribir, cuando pregunta quién vendrá, que no será él, pero que sí, que vendrá, de alguna manera imaginada, a la cafetería de siempre, a sentarse, cerca de las figuras enmudecidas por la noche del tiempo, ya fuera de después.

El final de este libro nos brinda la clave del enigma. Cuál es la razón, el propósito, la pasión que se encierra en la escritura de Aladar Temeshy. El lo proclama suavemente, sin estridencias:

Escribo
Para sentir el verbo
Para palpar la soledad
Para entender a Dios
Para comprender quién soy
Para aprender la muerte

Carmen Cristina Wolf
Caracas, julio de 2011

Presentación leída en la Librería Alejandría Uno, el 27 de julio de 2011, con motivo delbautizo del poemario Al margen de la terde, de Aladar Temeshy. Evento organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela

Mariela Cordero: Selección de poemas

Ciudad a Sorbos

Por Mariela Cordero


“Una balada tan nostálgica que ya no tiene significado se escucha en la otra orilla” Juan Sánchez Peláez


Convulsa la urbe
henchida de palabras imprecisas
padece de vigila perenne
sólo un hilo

sostiene a los transeúntes.

& & &

Diminutos
llevan máscaras del instante
mientras
se disuelven en avenidas rotas.

& & &

El sopor
florece
en las horas ambulantes
voces y perfiles
fundidos
en un solo cuerpo.

& & &

Colapsan
tras la inercia de las horas,
la melodía irreal
ondula
en el pulso de los pasos.

& & &

Sobre la esquina inequívoca
deambulan
quizás
blancos certeros
entregándose
al disparo.
& & &

En el laberinto subterráneo
se estremece el enjambre de preguntas.

Infalible
Invade a la faz de concreto:
el desasosiego.

& & &
La noche
toda
vuelca al letargo en embriaguez,
unos y otros
repiten la dosis de olvido.

& & &

Tras
el vértigo
de la realidad invisible

conjuran
al
amanecer.




































































































































































Renace
la extraviada
en los tumultos
la olvidada
en la sombra.

Esperanza.














Ciegos de belleza:
Sobreviven.

Solitario
gesta el suburbio
el incendio circular

de la plenitud y la herida.




Mariela Cordero.