Círculo de Escritores de Venezuela

Círculo de Escritores de Venezuela

martes, 22 de abril de 2014

En memoria de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez, autor de 'Cien años de soledad', una de las novelas más leídas en el mundo,  cuyo universo es el tiempo cíclico, en el que de entremezclan historias sorprendentes y fantásticas, como la peste del insomnio, la enfermedad del olvido, apariciones mágicas, levitaciones... Ha sido considerada ..."una gran metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se cuenta de manera insuperable la historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del presente siglo..." 



Gabriel García Márquez Premio Nobel de Literatura.
 Discurso de Aceptación

8 Deciembre, 1982
La soledad de América latina
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. El Dorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros, y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana encargada de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general Gabriel García Morena gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en Paris en un depósito de esculturas usadas.
Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 12% por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar, que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construirse su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de la incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aun en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como soldados de fortuna. Aun en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.
América latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre estos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las  estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

jueves, 3 de abril de 2014

COMUNICADO DEL CÍRCULO DE ESCRITORES DE VENEZUELA ANTE LA GRAVE SITUACIÓN QUE VIVE EL PAÍS




Los integrantes del Círculo de Escritores de Venezuela unen sus voces a la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica, a los rectores de las universidades nacionales y a los directores de las Academias del país, para denunciar la feroz represión gubernamental de las protestas estudiantiles y la necesidad de la reconciliación de todos los venezolanos como instrumento esencial para superar los graves problemas que afligen a nuestra patria.
Como trabajadores de la palabra, señalamos la ruta trazada por don (en minúscula) Andrés Bello, quien insistió en que era el lenguaje el verdadero vínculo de los pueblos. Creemos que el discurso de escarnio, afrenta y descalificación contra los que no siguen la ideología del partido que ha ejercido el poder en los últimos 15 años, es causa principal de la violencia, la cual ha ensangrentado las calles y plazas de nuestras ciudades, por cuyo motivo manifestamos nuestro pesar y nos unimos al duelo de muchas familias y comunidades. Asimismo, elevamos nuestras voces para exigir justicia ante la iniquidad de algunos colectivos civiles armados y ante la brutalidad de quienes debían, de acuerdo con la Constitución, ser garantes de la integridad individual y de la paz social.
En ese sentido, deseamos exhortar al Ejecutivo a escuchar, en el reclamo de los estudiantes, la angustia de un pueblo que hoy padece inseguridad, desabastecimiento de alimentos, medicinas y bienes necesarios para tener calidad de vida. Solicitamos una justa inversión en los recursos para hacer de la salud y de la educación, en todos los niveles, el motor que impulse el desarrollo del país y el cese de la corrupción, el facilismo y la miseria moral en valores tales como el respeto, la tolerancia, el trabajo y la paz.
La verdadera democracia se fundamenta en el respeto a la libertad de expresión, a los derechos humanos y a la independencia de las tres ramas del poder público. El vil asesinato de personas ante decenas de testigos, el encarcelamiento injustificado de estudiantes, el testimonio de torturas y vejaciones, la represión contra edificios y vehículos mediante gases lacrimógenos que ponen en riesgo la salud de mujeres embarazadas, niños y adultos mayores constituyen crímenes de lesa humanidad que jamás prescriben.
Por otra parte, urge la rectificación de las políticas económicas que han debilitado el aparato productivo de Venezuela. Es necesaria la revisión de tratados internacionales que han entregado parte de la soberanía y de nuestros sagrados intereses como nación, a países como Cuba. Es indispensable, en cumplimiento de la Constitución, la designación de rectores independientes en el CNE, de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y de los titulares de los órganos del Poder Ciudadano cuyos períodos ya están vencidos.
Recomendamos a la sociedad civil mantener sus justos reclamos en el espacio de la unión, del respeto y de la no violencia. La resistencia pacífica y la fuerza de las redes sociales con las nuevas tecnologías llevarán esos justos reclamos a todos los confines de la tierra. Hacemos votos para que la verdad, la justicia y el amor por Venezuela prevalezcan por encima de los fanatismos, de la ignorancia, de los oscuros intereses y del silencio cómplice de quienes en el pasado encontraron una casa de puertas abiertas en esta tierra de gracia
Por el Círculo de Escritores,
la Junta Directiva y otras firmas en depósito
Caracas, 12 de marzo de 2014

miércoles, 2 de abril de 2014

Sobre el poema "Cuento de dos jardines"de Octavio Paz



Por: Magaly Salazar Sanabria


Introducción
Mi casa de plumas de quetzal,
De amarillas plumas de turpial
Mi casa de corales.
La dejaré.”
Canción de Quetzacóaltl
En el hombre todo es camino, dice Ramón de la Serna, y por eso, “una casa, un jardín no son lugares”. En el lugar originario está e Ser, llámese casa o jardín llámese nosotros mismos. Pero no estamos allí; deambulamos.
Ese otro lugar es la ausencia de ser que nos impulsa a interrogar y a solicitar informaciones Y empezamos a comunicarnos estableciendo diferencias sin darnos cuenta del secreto de la comunicación, ella se instala porque estamos ontológicamente fundados en la diferencia. Heidegger dice que todo razonamiento filosófico ha de partir de la Ausencia. El pensamiento del hombre ha de ser el pensamiento de esta diferencia que lo conforma, pero él es el conocedor de la Ausencia y no de la Presencia que está en otro lugar y lejos de nuestra constitución: La Otredad. “Todo está, todo es aquí. Pero también todo está en otra parte y en otro tiempo”.(Paz,1972,p.127) Todo espacio está dentro y fuera y se resuelve en una espiral que se invierte en su desarrollo rítmico y semántico: “Lo otro es algo que no es como nosotros, un ser que es también el no ser”(Ibid.,p.129)
Esta pequeña introducción sustentará, la conversación con los dos jardines. Octavio Paz se enfrenta a dos filosofías: Occidente, cuyo pensamiento parte de la sustancia, del elemento, del ser; la India, de la relación, la interacción, el flujo. El no ser de Occidente está subordinado al Ser, carece de realidad, esto significa que la unidad del ser es positiva. En la relación hindú la unidad del ser es negativa. Los hindúes ven la relación mundo humano-divino desde un Absoluto que se define como negación. El hindú no niega al Ser sino que lo ignora y lo que ignora el occidental son las relaciones. Para el hindú el cambio es una ilusión porque carece de relación con lo absoluto. El pensamiento de la India se caracteriza por el estatismo, la inmovilidad, la negación. Todos estos aspectos tienen que ver con la inmanencia del poema que vamos a estudiar, pero los temas han sido tratados con la mirada occidental del autor, donde el tiempo es memoria de ultramar, prolongación de la existencia, impulso, instante ajeno a la fijeza, a la contemplación.
Apenas hemos esbozado dos ideas que se encuentran y se juntan en la poética de Paz: la otra orilla que es la búsqueda de ese lugar donde una nueva vida nos espera: La Ausencia; lo atractivamente no dicho. En esa región está el umbral de todo. Diríamos que es la habitación del movimiento y, segundo, la energía incesante.
La energía incesante
Convenimos en afirmar que la vivacidad es la entraña del deseo. Octavio Paz promueve la irrupción del deseo en el espacio verbal como principio y conciliación del universo. Nos damos cuenta de inmediato que en este poema los temas parecen conformar un solo cuerpo con posibilidades de desmembrarse, levitar y volver a formar la sustancia primigenia. Para hablar de la energía incesante o vivacidad, citemos al autor:
Un jardín no es un lugar:
Por un sendero de arena rojiza
Entramos
En una gota de agua,
Bebemos en su centro
Verdes claridades,
Ascendemos
Por la espiral de las horas
Hasta
La punta del día,
Descendemos
Hasta
La consumación de su brasa
Ríos en la noche: fluyen los jardines (Paz,1970a,p.130)


La energía incesante parte de lo concreto, es un deseo que fluye y perpetúa el tiempo. En los versos anteriores no percibimos el requerimiento de la eternidad. El deseo es brasa, siempre en la puerta de la posibilidad, nunca cenizas; por lo tanto, vivacidad. Se trata, entonces de ese otro lugar de la verdadera lucidez,, el punto contrario que nos acerca al mundo. La vivacidad es un instante de plenitud acosada por el tiempo y por ella misma pero, a pesar de ello, es el azar, la sorpresa, la gracia de poder encantarnos ante el universo, no como un acto de fe y de contemplación sino de estremecimiento.
Aquel de Mixcoac era un cuerpo
Cubierto de heridas,
Una arquitectura
A punto de desplomarse
Yo era niño
Y el jardín se parecía a mi abuelo.
Trepaba por sus rodillas vegetales
Sin saber que eran los mástiles de un barco
Varado
El jardín lo sabía:
Esperaba su destrucción como el sentenciado
El hacha (Ibid, p.131)


Recordar ejercicio de la memoria
El tiempo se plantea como la búsqueda del tiempo primordial que es otro lugar desde donde preguntamos y nos informamos, es indagación de plenitud de la palabra pero el poeta reconoce el derrumbe y el hacha. La nostalgia del pasado mítico se manifiesta en una voluntad de integridad. Octavio Paz afirma en Los signos en rotación “que mientras dure este tiempo que es nuestro tiempo, no hay pasado ni futuro y que el tiempo del poeta es vivir al día como si ese día fuese inacabable y como si se fuera a acabar ahora mismo”(p.320). Esa es la clave. Es la fugacidad que se revela en el momento de la partida, cuando todavía creemos tener algo en las manos. El tiempo de deshace en la en la indefinición como la luz que es “substancia”:
En aquel jardín aprendí a despedirme.
Después no hubo jardines.
Un día,
Como si regresara,
No a mi casa:
Al comienzo del Comienzo,
Llegué a una claridad (Ibid.,p.133)
No importa qué día, ni siquiera existe ubicuidad. El tiempo y el espacio parecen desdibujar el paisaje, están buscando el principio de todo, se suspenden en el esplendor; la transparencia. Es un recordar, un ejercicio de la memoria el que mantiene vivo al tiempo.
Un jardín no es un lugar: es un tránsito
Transcurrir es quedarse nos dice el poeta. Estas ideas nos sitúan en un presente constante que parece no extinguirse pero que es la consumación del deseo, la inercia que acepta la dispersión, lo extraño; es siempre intensidad. Además es una huella “que perfora el espacio”, “como si regresara” para llegar a una claridad ancha dispuesta para los retozos pasionales de la luz y el agua. Y ese espacio disuelto se resuelve oberturando hacia otra dimensión que es la sabiduría que corta el paso de la muerte. Es el descubrimiento: “La otra cara del ser, La Vacía: El fijo resplandor sin atributos” (Ibid, p.132).
La transparencia
El justo medio entre la posesión del mundo y la desposesión”. Guillermo Sucre
La transparencia es la transfiguración superior de la cosa-ente; aquello que escapa de la realidad, lo inmanente del mundo, la sabiduría. La imagen física es la puesta en Ser de las cosas y de los fenómenos. Cuando la cosa se pone en florece a través del inconsciente. Es el espejo del mundo. Entonces, el objeto y la persona salen del límite del Ser. Esa otra fachada pertenece a lo innombrado, es ahora sorprendentemente nueva y sin propiedad. Esa sabiduría, que es la experiencia, también hace que la persona poética se enfrente al nim. Es un nuevo enfrentamiento ante el mundo. Es el descubrimiento de ese universo y de las relaciones humano-divinas. Y así, el hombre aprendió que “nadie acaba en sí mismo (…) supe que estaba vivo, supe que morir es ensancharse, negarse es crecer” (Ibid,p.135).
Pero si en este jardín de la India el hombre ha aprendido y ha sentido la vacuidad es porque hubo otro jardín lacerado que se colgó del recuerdo. Hay vacío porque la identidad de las cosas ha sufrido una mutación, ha perdido su primera instancia en ese pasaje o tránsito de lo Ausente.
El jardín es una identidad
Sin nombre
Ni sustancia
Los signos se borran: yo miro la claridad (Ibid, p.141)
El jardín no es un ente como tal, se ha metamorfoseado. El signo pierde sus perfiles y se desvanece; al final queda el silencio como testigo de la transparencia.
Decir el silencio
Paz (1967) en Corriente Alterna alude al poeta Mallarme como su precursor y maestro y a los efectos, dice:
Pues bien, toda poesía está animada por una ambición tal vez irrealizable y que recuerda la paradoja de los sutras Prajnaparamita: encarnar la ausencia, dar nombre a la vacuidad, decir el silencio. El arte moderno es destrucción del significado -o sea, de la comunicación- pero es así mismo búsqueda de la significación. Quizá esta exploración terminará por descubrir que el no significado es idéntico al significado.(pp.110-111)


No pretendemos responder el planteamiento de la cita anterior en este trabajo pero sí es bueno destacarlo porque uno de los puntales de la poesía de Paz es precisamente el silencio. En otro de sus libros el poeta mexicano cita a Sunyata: “todo está vacío porque todo está pleno, la palabra no es decir porque el único decir es el silencio”(Paz,1971,p.234). Se trata de Los signos de Rotación. No podemos abordar esta acotación desde un punto de vista nihilista; diríamos que es un relativismo. Es un ciclo que se cumple desde la destrucción hasta la trascendencia. De todo lo anotado deducimos que la constitución del hombre le permite adoptar el silencio como otro lenguaje.
Hemos visto como la vacuidad y el silencio son imágenes de un espejo que azoga el cuerpo de los dos jardines. Somos palabra y a la vez estamos lejos de ella y más aún, vamos en su búsqueda; porque la palabra fundadora es ilimitada y nosotros somos limitados. Hay que hurgar dentro de sí mismo para sentir la palabra, para auscultar su energía silenciosa. En el plano de la misma poética –si es que se puede llamar así- se trata de encontrar la fuente de donde mana el verbo: entrar en ella “no sabiendo” como San Juan de La Cruz. La palabra es además de silencio, movimiento, y ésta es una de las proposiciones de Paz. La cábala del número 17 es un motivo de juego. El verso de las 17 sílabas se dibuja en el mar con los ojos lejos del Haiku de Basho.
Es el propio ojo del poeta el que mueve la sombra, el que hace luz y remolino debajo del silencio. ¿Y qué hay detrás de ese giro?
Sombras girando
Sobre un charco de luz.
Mergos y ¿peces?
Hélice de diecisiete sílabas
Dibujada en el mar
No por Basho:
Por mis ojos, el sol y los pájaros (Paz,1970a,p.140)
Todo el poema se funde en la metáfora; la sombra sobre la luz…Silencio. Allí la vacuidad.


La fronda del Nim
Toda la recurrencia tiene por sombra la fronda del nim. Es bajo esa placidez donde realmente parecen armonizar los contrarios, donde la dualidad y la negación se juntan conscientes del opuesto; ella: “partidaria de acróbatas, astrónomos y camelleros. Yo, de fareros, lógicos y sadúes.”(Ibid.,p.135)
La negación y la crítica son el apoyo del poeta:; el yo, entonces se convierte en “falacia” o “ilusión”. Sucre (1975) afirma en su libro La máscara, la transparencia “que todo yo presume de centro porque parte de una proposición engañosa”(p.220). La negación es una manera de llegar a la vacuidad, un camino para formalizar el pacto. Los cuerpos se hablan, se juntan y se van y el ser también se va con ellos. Es la primera vez que el ser se junta con su otra parte. Y la tierra comienza a desvestirse y a desnudarse, y la luna -que era de agua- participa con el cielo y los ríos en el amasijo: Muerte y Vida enlazadas en un acto colérico. Es el diluvio que se sube a los árboles y a las montañas. Así se cumple el ciclo natural de la putrefacción porque la caída es también resurrección en la mitología:
Pudriéndose
Resucitando
En tu vagina,
Madre India (Paz,1970a,p.136)
Madre India y ombligo del mundo, repetida como realidad absoluta en la semilla y para asegurar esa realidad nace la niña India, fruto de la Madre India, “empapada de savia, semen, jugos venenosos”.(Ibid.,p.136) Y más tarde será Almendrita, el siempre femenino y representación de lo erótico. La llama entre el serpenteo y la ventolera. La mujer, descrita con un lenguaje de sugerencias metafísicas: Yakski, la divinidad femenina de los árboles y las plantas, la de las noches de hojas de banano, es una constelación cósmica, una risa entre las matas:
Risas en el matorral
Manojo de albores en la espesura,
Más música
Que cuerpo
Más fuga de pájaro que música
Más mujer que pájaro:
Sol tu vientre,
Sol en el agua,
Agua de sol en la jarra,
Grano de girasol que yo planté en mi pecho,
Agata
Leonada,
Mazorca de llamas en el jardín de huesos (Ibid,p.137)
Un movimiento de aguas y de claridades que bajan y suben circularmente, que mueven desde el interior el ritmo del poema hasta hacerse grito y climax. Parece llegado el mediodía; el punto de unión de los contrarios. Y todo es claridad y transparencia: luz y calor. Ella es albor, sol, grano de girasol, mazorca en llamas. Y es mazorca porque es semilla y también encuentro con la casa primigenia, con ese volver atrás que es el retorno y la fuente del agua; líquido placentario que permite el parto. Así, la vida para Octavio Paz es flujo constante; las isotopías vida-muerte transmutadas como parto, putrefacción y resurrección.
¿Y qué es el jardín?
El jardín es la primera dicha. Bachelard (1958) pide “que nos devuelvan el jardín”(p.251). El jardín es el centro, la zona de la realidad absoluta. Este señalamiento de Paz sugiere cierta contradicción. Aunque nosotros somos seres dispersos, sin centro, nuestra presencia está avalada por esa dispersión. Sin embargo, el poeta propone el jardín, los dos jardines para armonizar el universo y para situar el poema. Estos dos jardines son el espejo del mundo como exigencia de lo mítico y del eterno retorno.
Es el árbol como el habitante del jardín el partícipe del ritual. La grandeza del nim se hace raíz y voz de tierra y nada más elocuente para describir la bondad del nim:
Era una mano inmensa que se cerraba
Se oía
El jadeo de las raíces,
La dilatación del espacio,
El desmoronamiento del año.
Con una máscara de polvo,
Armado de silencio,
El árbol no cedía.
Era grande como el monumento de la paciencia.
Era justo como la balanza que pesa instantes y siglos.
Casa de las ardillas, mesón de los mirlos.
Cabían
En sus brazos muchas lunas (Paz,1970a,p.134)
Tres ideas semánticas se mezclan en los versos anteriores: el paso del tiempo, la fortaleza, y el equilibrio denominadas por el borboteo del deseo. El tronco del nim está dispuesto a recibir al poeta para dormir con él un sueño de resurrección . Desde el interior del árbol se siente la vibración del silencio. El tronco se anima de movimientos interiores capaces de influir en nuestro sentir. La India no nos ha enseñado a pensar sino a sentir. Por su naturaleza de mástil, el árbol es un tronco de sensaciones que irrumpen en el cielo dilatando el espacio. Es un mensaje de la tierra al cielo.
Muchos mitos afirman que el origen del hombre está en el árbol y otros piensan que los héroes como Osiris y Adonis permanecen encerrados en plantas. Según Jung (1962), el carácter femenino del árbol guarda conexiones con el simbolismo fálico. Lo podemos apreciar en el vegetal generador que brota del cuerpo de Adán, en algunas representaciones gráficas antiguas. ¿Es que acaso no se percibe en ese “jadeo de las raíces, en la dilación del espacio,”(Ibid.,p.134) el gesto de la líbido? Entretanto, el árbol y el agua son cualidades que enriquecen o complementan el símbolo del jardín, ellos contribuyen a dilucidar el deseo que se encuentra en la imago de la madre.
La sensualidad observada a lo largo del poema es el polo hacia donde se revierte la historia de la humanidad. Todo lo que gira alrededor del hombre, el sentido de la vida y la belleza tiene por origen la voluptuosidad. El deseo nos sirve de vehículo para tratar de borrar los límites entre el cielo y la tierra. El nim es sensualidad y equilibrio; raíz y ramas, cabellera que se bebe el amor de la tierra, brazos que atajan el sabor de la líbido. La proposición del poeta es la del encuentro del impulso vital con la alquimia de la serenidad y la contemplación.
Constancia vegetal
Hablemos ahora de la estructura temática del poema Cuento de dos jardines. Los motivos del poema se repiten en otros libros de Paz. Son temas robados a la memoria para suspenderlos en un presente perpetuo. La higuera, por ejemplo, habla del tiempo de Mixcoac, “el pueblo de los labios quemados” (Paz,1970b,pp.195-196). La higuera es testigo del tiempo; jade seis meses, carbón los otros seis del año. Así nos dice desde Libertad bajo palabra
Toda esta situación de constancia vegetal y de dinamismo se instala en un espacio ideográfico de dispersión. Los versos parecen expandirse como los hombres del nim, y efectivamente, el cuento es un cuerpo de estirpe vegetal. Es presencia vertical con un follaje que se ensancha hasta el espacio libre. Su período vital asciende para recoger el aire y baja para trasegar la esencia del hombre, es el ciclo floral repitiéndose…repitiéndose. La imaginación del poeta lo ha querido así.
La vivacidad lleva la vida terrestre al cosmos en profundo jadeo como lo hace el requerimiento vegetal que es deseo “armado de silencio”, ritmo también que establece una instancia cíclica. “El árbol es el ser del gran, el verdadero ser del ritmo anual”, dice Bachelard (1958, p.276). El fresno de Iggdrasill, del mundo nórdico, el pino de Attis, el árbol o árboles de Mitra son símbolos maternos, instauradores del ritmo generador. El árbol de la vida , por ejemplo, es un fecundo vegetal procreador, muy frecuente entre varias culturas, entre ellas la mexicana. El árbol posee un carácter bisexual simbólico. Su feminidad materna se mezcla con el símbolo fálico. Además la simbología del árbol se complementa con el símbolo del agua para constituir uno mayor que es el de la ciudad, del centro, y ésta a su vez designa la líbido que reside en la madre. Nacido del agua -como la niña India Almendrita o Yakshi- significa originariamente haber nacido del seno materno. Del agua surge la vida, del agua surgió Cristo y Mitra también. Cuento de dos jardines tiene su diluvio y su parto. Y hay que recordar el criterio de los vedas para quienes las aguas son “las más maternas”.
Hay un deseo, una tensión poética de volver a esas entrañas maternas llámese el nim, el agua, la madre India. Esa querencia trae consigo un renacer, hacerse nuevamente luz como el sol. Así lo proponen las Sagradas Escrituras, sólo que ellas plantean la inmortalidad, nuestro poeta no. La luz es fertilidad, sexualidad, crecimiento, vivacidad. Y retomamos el tema:
Altos vértigos sobre un espejo.
Espiral de transparencias (Paz, 1970a, p.141)
En ese lugar los signos se borran y se mira la claridad. Es el cierre del círculo, el cumplimiento de las fases vitales, el retorno al origen y, a la vez, el regreso del poeta -por vía marítima- a su tierra nativa luego de haber permanecido un tiempo en la India, entre otros sitios.
Esto y aquello
Las imágenes de Octavio Paz (1972) siempre se refieren a esto y aquello. Repetimos al propio autor: “Todo está, todo es aquí. Pero también todo está en otra parte y en otro tiempo. Fuera de sí y pleno de sí” (p.127).
El cuerpo pierde su ubicuidad, ya el espacio no cuenta, lo pasado está con nosotros en este instante. ¿Y el futuro? El futuro se fue, el centro de la dispersión es la puerta de una experiencia nueva.
Esto” es el presente que se perpetúa, no sólo en la temática del cuento sino en el círculo descrito por los ascensos y descensos de las transiciones; el tránsito que es aquí y allá al mismo tiempo.
Aquello” es la metamorfosis de lo idéntico que se diluye en la transparencia. Es lo absoluto, lo sagrado. Entre ambos, “esto y aquello”, se establece una tensión de imágenes que siempre refieren a un núcleo.
Es el ciclo vital revertido en la escritura: Un subir y bajar de la creación. “Esto” y “aquello” es la expresión a través de las imágenes de la fragmentación del mundo. “Esto” es parecido a “aquello” por contigüidad y no por su diferencia.
En el poema los temas aparecen, pretenden alejarse y están allí en cada nudo presumiendo ser las ramas de un árbol. La arquitectura de los versos está muy bien tramada, de tal manera que los versos se airean bien completando ideográficamente la idea vegetal. Los versos irrumpen en una especie de dispersión interior y espacial del texto. Ascenso y descenso; movimiento del tránsito que hace de la pasión una inmovilidad.


Luna nueva-Cuarto creciente
Luna llena- Cuarto menguante
Cuento de dos jardines consta de cuatro partes. La primera corresponde a la juventud de Mixcoac, el jardín mortificado y erosionado, que simboliza lo que es una tierra y una gente que ha trazado una historia y una riqueza mítica como la del pueblo azteca; el dolor de la memoria suspendida en un jardín de recuerdos heridos. Mixcoac es el sitio donde se aprende a despedirse. En esta primera parte el poeta canta a esos ritos subterráneos; el encuentro con la otra cara del ser; “La Vacía”.
La segunda parte continúa el periplo. Se localiza en la India bajo la sombra del nim. Allí se establece el pacto. Las isotopías muerte-vida son propuestas a través de estas dos primeras fases. La muerte está en la historia que se ha ido de Mixcoac, en la grieta, la incisión que ha hecho el pasado de ese “barco varado” que es ahora el sitial de la higuera. La vida se instaura en el cuerpo, en la consumación de la unión de la pareja: “Nadie acaba en sí mismo”. El casamiento de los amantes traza una progresión de ciertos estados del espíritu y cierta materialización de las situaciones. La segunda parte nos dice: “Supe que morir es ensancharse” y propone la negación como posibilidad de crecimiento.
El diluvio: los ríos desbordados, el amasijo, la putrefacción en el umbral de la resurrección, así se conforma la tercera parte. El alumbramiento, la Niña India que resucita en la vagina de Almendrita, la Madre India reafirmando la dialéctica de la vida-muerte. La tercera instancia representa la pasión que es tránsito y “transcurrir es quedarse”. El movimiento y la energía de estos versos nos señalan, a su vez, el acecho del felino y la quietud del albatros en reposo. De alguna manera es vértigo e inmovilidad.
Cuando el poeta emprende su viaje de regreso a la tierra de Mixcoac, mar y estela frente a la mirada, se pregunta por el jardín y se responde ante la alternativa de dos circunstancias vegetales: “No hay más jardines que los que llevamos dentro”.(Paz. 1970a. p.139) El jardín se transfigura, se borra es la otra orilla: la claridad.
Como hemos podido observar el poema configura cuatro partes dispersas que se revierten una en la otra como espejos. Una realidad se transforma juntándose para irrumpir siempre ideográficamente y significativamente en la búsqueda de una totalidad que es la plenitud. Dicho así aceptamos que el poema es un proyecto de regeneración de sí mismo y el mundo.


REFERENCIAS
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