Por: Magaly Salazar Sanabria
Introducción
“Mi
casa de plumas de quetzal,
De
amarillas plumas de turpial
Mi
casa de corales.
La
dejaré.”
Canción
de Quetzacóaltl
En
el hombre todo es camino, dice Ramón de la Serna, y por eso, “una
casa, un jardín no son lugares”. En el lugar originario está e
Ser, llámese casa o jardín llámese nosotros mismos. Pero no
estamos allí; deambulamos.
Ese
otro lugar es la ausencia de ser que nos impulsa a interrogar y a
solicitar informaciones Y empezamos a comunicarnos estableciendo
diferencias sin darnos cuenta del secreto de la comunicación, ella
se instala porque estamos ontológicamente fundados en la diferencia.
Heidegger dice que todo razonamiento filosófico ha de partir de la
Ausencia. El pensamiento del hombre ha de ser el pensamiento de esta
diferencia que lo conforma, pero él es el conocedor de la Ausencia y
no de la Presencia que está en otro lugar y lejos de nuestra
constitución: La Otredad. “Todo está, todo es aquí. Pero también
todo está en otra parte y en otro tiempo”.(Paz,1972,p.127) Todo
espacio está dentro y fuera y se resuelve en una espiral que se
invierte en su desarrollo rítmico y semántico: “Lo otro es algo
que no es como nosotros, un ser que es también el no
ser”(Ibid.,p.129)
Esta pequeña introducción
sustentará, la conversación con los dos jardines. Octavio Paz se
enfrenta a dos filosofías: Occidente, cuyo pensamiento parte de la
sustancia, del elemento, del ser; la India, de la relación, la
interacción, el flujo. El no ser de Occidente está subordinado al
Ser, carece de realidad, esto significa que la unidad del ser es
positiva. En la relación hindú la unidad del ser es negativa. Los
hindúes ven la relación mundo humano-divino desde un Absoluto que
se define como negación. El hindú no niega al Ser sino que lo
ignora y lo que ignora el occidental son las relaciones. Para el
hindú el cambio es una ilusión porque carece de relación con lo
absoluto. El pensamiento de la India se caracteriza por el estatismo,
la inmovilidad, la negación. Todos estos aspectos tienen que ver con
la inmanencia del poema que vamos a estudiar, pero los temas han sido
tratados con la mirada occidental del autor, donde el tiempo es
memoria de ultramar, prolongación de la existencia, impulso,
instante ajeno a la fijeza, a la contemplación.
Apenas hemos esbozado dos
ideas que se encuentran y se juntan en la poética de Paz: la otra
orilla que es la búsqueda de ese lugar donde una nueva vida nos
espera: La Ausencia; lo atractivamente no dicho. En esa región está
el umbral de todo. Diríamos que es la habitación del movimiento y,
segundo, la energía incesante.
La
energía incesante
Convenimos en afirmar que la
vivacidad es la entraña del deseo. Octavio Paz promueve la irrupción
del deseo en el espacio verbal como principio y conciliación del
universo. Nos damos cuenta de inmediato que en este poema los temas
parecen conformar un solo cuerpo con posibilidades de desmembrarse,
levitar y volver a formar la sustancia primigenia. Para hablar de la
energía incesante o vivacidad, citemos al autor:
Un
jardín no es un lugar:
Por
un sendero de arena rojiza
Entramos
En
una gota de agua,
Bebemos en su centro
Verdes
claridades,
Ascendemos
Por
la espiral de las horas
Hasta
La
punta del día,
Descendemos
Hasta
La
consumación de su brasa
Ríos
en la noche: fluyen los jardines
(Paz,1970a,p.130)
La
energía incesante parte de lo concreto, es un deseo que fluye y
perpetúa el tiempo. En los versos anteriores no percibimos el
requerimiento de la eternidad. El deseo es brasa, siempre en la
puerta de la posibilidad, nunca cenizas; por lo tanto, vivacidad. Se
trata, entonces de ese otro lugar de la verdadera lucidez,, el punto
contrario que nos acerca al mundo. La vivacidad es un instante de
plenitud acosada por el tiempo y por ella misma pero, a pesar de
ello, es el azar, la sorpresa, la gracia de poder encantarnos ante el
universo, no como un acto de fe y de contemplación sino de
estremecimiento.
Aquel
de Mixcoac era un cuerpo
Cubierto
de heridas,
Una arquitectura
A
punto de desplomarse
Yo era niño
Y
el jardín se parecía a mi abuelo.
Trepaba
por sus rodillas vegetales
Sin
saber que eran los mástiles de un barco
Varado
El jardín lo sabía:
Esperaba
su destrucción como el sentenciado
El
hacha (Ibid,
p.131)
Recordar
ejercicio de la memoria
El tiempo se plantea como la
búsqueda del tiempo primordial que es otro lugar desde donde
preguntamos y nos informamos, es indagación de plenitud de la
palabra pero el poeta reconoce el derrumbe y el hacha. La nostalgia
del pasado mítico se manifiesta en una voluntad de integridad.
Octavio Paz afirma en Los
signos en rotación “que
mientras dure este tiempo que es nuestro tiempo, no hay pasado ni
futuro y que el tiempo del poeta es vivir al día como si ese día
fuese inacabable y como si se fuera a acabar ahora mismo”(p.320).
Esa es la clave. Es la fugacidad que se revela en el momento de la
partida, cuando todavía creemos tener algo en las manos. El tiempo
de deshace en la en la indefinición como la luz que es
“substancia”:
En
aquel jardín aprendí a despedirme.
Después
no hubo jardines.
Un
día,
Como
si regresara,
No
a mi casa:
Al
comienzo del Comienzo,
Llegué
a una claridad
(Ibid.,p.133)
No importa qué día, ni
siquiera existe ubicuidad. El tiempo y el espacio parecen desdibujar
el paisaje, están buscando el principio de todo, se suspenden en el
esplendor; la transparencia. Es un recordar, un ejercicio de la
memoria el que mantiene vivo al tiempo.
Un
jardín no es un lugar: es un tránsito
Transcurrir es quedarse nos
dice el poeta. Estas ideas nos sitúan en un presente constante que
parece no extinguirse pero que es la consumación del deseo, la
inercia que acepta la dispersión, lo extraño; es siempre
intensidad. Además es una huella “que perfora el espacio”, “como
si regresara” para llegar a una claridad ancha dispuesta para los
retozos pasionales de la luz y el agua. Y ese espacio disuelto se
resuelve oberturando hacia otra dimensión que es la sabiduría que
corta el paso de la muerte. Es el descubrimiento: “La otra cara del
ser, La Vacía: El fijo resplandor sin atributos” (Ibid, p.132).
La
transparencia
“El justo medio entre la
posesión del mundo y la desposesión”. Guillermo Sucre
La transparencia es la
transfiguración superior de la cosa-ente; aquello que escapa de la
realidad, lo inmanente del mundo, la sabiduría. La imagen física es
la puesta en Ser de las cosas y de los fenómenos. Cuando la cosa se
pone en florece a través del inconsciente. Es el espejo del mundo.
Entonces, el objeto y la persona salen del límite del Ser. Esa otra
fachada pertenece a lo innombrado, es ahora sorprendentemente nueva y
sin propiedad. Esa sabiduría, que es la experiencia, también hace
que la persona poética se enfrente al nim. Es un nuevo
enfrentamiento ante el mundo. Es el descubrimiento de ese universo y
de las relaciones humano-divinas. Y así, el hombre aprendió que
“nadie acaba en sí mismo (…) supe que estaba vivo, supe que
morir es ensancharse, negarse es crecer” (Ibid,p.135).
Pero si en este jardín de la
India el hombre ha aprendido y ha sentido la vacuidad es porque hubo
otro jardín lacerado que se colgó del recuerdo. Hay vacío porque
la identidad de las cosas ha sufrido una mutación, ha perdido su
primera instancia en ese pasaje o tránsito de lo Ausente.
El
jardín es una identidad
Sin nombre
Ni
sustancia
Los signos se borran: yo
miro la claridad
(Ibid, p.141)
El jardín no es un ente como
tal, se ha metamorfoseado. El signo pierde sus perfiles y se
desvanece; al final queda el silencio como testigo de la
transparencia.
Decir
el silencio
Paz
(1967) en Corriente
Alterna
alude al poeta Mallarme como su precursor y maestro y a los efectos,
dice:
Pues bien, toda poesía está
animada por una ambición tal vez irrealizable y que recuerda la
paradoja de los sutras Prajnaparamita: encarnar la ausencia, dar
nombre a la vacuidad, decir el silencio. El arte moderno es
destrucción del significado -o sea, de la comunicación- pero es así
mismo búsqueda de la significación. Quizá esta exploración
terminará por descubrir que el no significado es idéntico al
significado.(pp.110-111)
No pretendemos responder el
planteamiento de la cita anterior en este trabajo pero sí es bueno
destacarlo porque uno de los puntales de la poesía de Paz es
precisamente el silencio. En otro de sus libros el poeta mexicano
cita a Sunyata: “todo está vacío porque todo está pleno, la
palabra no es decir porque el único decir es el
silencio”(Paz,1971,p.234). Se trata de Los
signos de Rotación.
No podemos abordar esta acotación desde un punto de vista nihilista;
diríamos que es un relativismo. Es un ciclo que se cumple desde la
destrucción hasta la trascendencia. De todo lo anotado deducimos que
la constitución del hombre le permite adoptar el silencio como otro
lenguaje.
Hemos visto como la vacuidad
y el silencio son imágenes de un espejo que azoga el cuerpo de los
dos jardines. Somos palabra y a la vez estamos lejos de ella y más
aún, vamos en su búsqueda; porque la palabra fundadora es ilimitada
y nosotros somos limitados. Hay que hurgar dentro de sí mismo para
sentir la palabra, para auscultar su energía silenciosa. En el plano
de la misma poética –si es que se puede llamar así- se trata de
encontrar la fuente de donde mana el verbo: entrar en ella “no
sabiendo” como San Juan de La Cruz. La palabra es además de
silencio, movimiento, y ésta es una de las proposiciones de Paz. La
cábala del número 17 es un motivo de juego. El verso de las 17
sílabas se dibuja en el mar con los ojos lejos del Haiku de Basho.
Es el propio ojo del poeta el
que mueve la sombra, el que hace luz y remolino debajo del silencio.
¿Y qué hay detrás de ese giro?
Sombras
girando
Sobre
un charco de luz.
Mergos
y ¿peces?
Hélice
de diecisiete sílabas
Dibujada en el mar
No
por Basho:
Por mis ojos, el sol y los
pájaros
(Paz,1970a,p.140)
Todo el poema se funde en la
metáfora; la sombra sobre la luz…Silencio. Allí la vacuidad.
La
fronda del Nim
Toda la recurrencia tiene por
sombra la fronda del nim. Es bajo esa placidez donde realmente
parecen armonizar los contrarios, donde la dualidad y la negación se
juntan conscientes del opuesto; ella: “partidaria de acróbatas,
astrónomos y camelleros. Yo, de fareros, lógicos y
sadúes.”(Ibid.,p.135)
La negación y la crítica
son el apoyo del poeta:; el yo, entonces se convierte en “falacia”
o “ilusión”. Sucre (1975) afirma en su libro La
máscara, la transparencia “que
todo yo presume de centro porque parte de una proposición
engañosa”(p.220). La negación es una manera de llegar a la
vacuidad, un camino para formalizar el pacto. Los cuerpos se hablan,
se juntan y se van y el ser también se va con ellos. Es la primera
vez que el ser se junta con su otra parte. Y la tierra comienza a
desvestirse y a desnudarse, y la luna -que era de agua- participa con
el cielo y los ríos en el amasijo: Muerte y Vida enlazadas en un
acto colérico. Es el diluvio que se sube a los árboles y a las
montañas. Así se cumple el ciclo natural de la putrefacción porque
la caída es también resurrección en la mitología:
Pudriéndose
Resucitando
En tu vagina,
Madre India
(Paz,1970a,p.136)
Madre India y ombligo del
mundo, repetida como realidad absoluta en la semilla y para asegurar
esa realidad nace la niña India, fruto de la Madre India, “empapada
de savia, semen, jugos venenosos”.(Ibid.,p.136) Y más tarde será
Almendrita, el siempre femenino y representación de lo erótico. La
llama entre el serpenteo y la ventolera. La mujer, descrita con un
lenguaje de sugerencias metafísicas: Yakski, la divinidad femenina
de los árboles y las plantas, la de las noches de hojas de banano,
es una constelación cósmica, una risa entre las matas:
Risas
en el matorral
Manojo
de albores en la espesura,
Más música
Que
cuerpo
Más fuga de pájaro que
música
Más
mujer que pájaro:
Sol tu vientre,
Sol
en el agua,
Agua de sol en la jarra,
Grano
de girasol que yo planté en mi pecho,
Agata
Leonada,
Mazorca
de llamas en el jardín de huesos
(Ibid,p.137)
Un movimiento de aguas y de
claridades que bajan y suben circularmente, que mueven desde el
interior el ritmo del poema hasta hacerse grito y climax. Parece
llegado el mediodía; el punto de unión de los contrarios. Y todo es
claridad y transparencia: luz y calor. Ella es albor, sol, grano de
girasol, mazorca en llamas. Y es mazorca porque es semilla y también
encuentro con la casa primigenia, con ese volver atrás que es el
retorno y la fuente del agua; líquido placentario que permite el
parto. Así, la vida para Octavio Paz es flujo constante; las
isotopías vida-muerte transmutadas como parto, putrefacción y
resurrección.
¿Y
qué es el jardín?
El jardín es la primera
dicha. Bachelard (1958) pide “que nos devuelvan el jardín”(p.251).
El jardín es el centro, la zona de la realidad absoluta. Este
señalamiento de Paz sugiere cierta contradicción. Aunque nosotros
somos seres dispersos, sin centro, nuestra presencia está avalada
por esa dispersión. Sin embargo, el poeta propone el jardín, los
dos jardines para armonizar el universo y para situar el poema. Estos
dos jardines son el espejo del mundo como exigencia de lo mítico y
del eterno retorno.
Es el árbol como el
habitante del jardín el partícipe del ritual. La grandeza del nim
se hace raíz y voz de tierra y nada más elocuente para describir la
bondad del nim:
Era
una mano inmensa que se cerraba
Se oía
El
jadeo de las raíces,
La dilatación del espacio,
El
desmoronamiento del año.
Con una máscara de polvo,
Armado
de silencio,
El árbol no cedía.
Era
grande como el monumento de la paciencia.
Era
justo como la balanza que pesa instantes y siglos.
Casa
de las ardillas, mesón de los mirlos.
Cabían
En
sus brazos muchas lunas
(Paz,1970a,p.134)
Tres ideas semánticas se
mezclan en los versos anteriores: el paso del tiempo, la fortaleza, y
el equilibrio denominadas por el borboteo del deseo. El tronco del
nim está dispuesto a recibir al poeta para dormir con él un sueño
de resurrección . Desde el interior del árbol se siente la
vibración del silencio. El tronco se anima de movimientos interiores
capaces de influir en nuestro sentir. La India no nos ha enseñado a
pensar sino a sentir. Por su naturaleza de mástil, el árbol es un
tronco de sensaciones que irrumpen en el cielo dilatando el espacio.
Es un mensaje de la tierra al cielo.
Muchos mitos afirman que el
origen del hombre está en el árbol y otros piensan que los héroes
como Osiris y Adonis permanecen encerrados en plantas. Según Jung
(1962), el carácter femenino del árbol guarda conexiones con el
simbolismo fálico. Lo podemos apreciar en el vegetal generador que
brota del cuerpo de Adán, en algunas representaciones gráficas
antiguas. ¿Es que acaso no se percibe en ese “jadeo de las raíces,
en la dilación del espacio,”(Ibid.,p.134) el gesto de la líbido?
Entretanto, el árbol y el agua son cualidades que enriquecen o
complementan el símbolo del jardín, ellos contribuyen a dilucidar
el deseo que se encuentra en la imago de la madre.
La sensualidad observada a
lo largo del poema es el polo hacia donde se revierte la historia de
la humanidad. Todo lo que gira alrededor del hombre, el sentido de la
vida y la belleza tiene por origen la voluptuosidad. El deseo nos
sirve de vehículo para tratar de borrar los límites entre el cielo
y la tierra. El nim es sensualidad y equilibrio; raíz y ramas,
cabellera que se bebe el amor de la tierra, brazos que atajan el
sabor de la líbido. La proposición del poeta es la del encuentro
del impulso vital con la alquimia de la serenidad y la contemplación.
Constancia
vegetal
Hablemos ahora de la
estructura temática del poema Cuento
de dos jardines.
Los motivos del poema se repiten en otros libros de Paz. Son temas
robados a la memoria para suspenderlos en un presente perpetuo. La
higuera, por ejemplo, habla del tiempo de Mixcoac, “el pueblo de
los labios quemados” (Paz,1970b,pp.195-196).
La higuera es testigo del tiempo; jade seis meses, carbón los otros
seis del año. Así nos dice desde Libertad
bajo palabra
Toda esta situación de
constancia vegetal y de dinamismo se instala en un espacio
ideográfico de dispersión. Los versos parecen expandirse como los
hombres del nim, y efectivamente, el cuento es un cuerpo de estirpe
vegetal. Es presencia vertical con un follaje que se ensancha hasta
el espacio libre. Su período vital asciende para recoger el aire y
baja para trasegar la esencia del hombre, es el ciclo floral
repitiéndose…repitiéndose. La imaginación del poeta lo ha
querido así.
La vivacidad lleva la vida
terrestre al cosmos en profundo jadeo como lo hace el requerimiento
vegetal que es deseo “armado de silencio”, ritmo también que
establece una instancia cíclica. “El árbol es el ser del gran, el
verdadero ser del ritmo anual”, dice Bachelard (1958, p.276). El
fresno de Iggdrasill, del mundo nórdico, el pino de Attis, el árbol
o árboles de Mitra son símbolos maternos, instauradores del ritmo
generador. El árbol de la vida , por ejemplo, es un fecundo vegetal
procreador, muy frecuente entre varias culturas, entre ellas la
mexicana. El árbol posee un carácter bisexual simbólico. Su
feminidad materna se mezcla con el símbolo fálico. Además la
simbología del árbol se complementa con el símbolo del agua para
constituir uno mayor que es el de la ciudad, del centro, y ésta a su
vez designa la líbido que reside en la madre. Nacido del agua -como
la niña India Almendrita o Yakshi- significa originariamente haber
nacido del seno materno. Del agua surge la vida, del agua surgió
Cristo y Mitra también. Cuento de dos jardines tiene su diluvio y su
parto. Y hay que recordar el criterio de los vedas para quienes las
aguas son “las más maternas”.
Hay un deseo, una tensión
poética de volver a esas entrañas maternas llámese el nim, el
agua, la madre India. Esa querencia trae consigo un renacer, hacerse
nuevamente luz como el sol. Así lo proponen las Sagradas Escrituras,
sólo que ellas plantean la inmortalidad, nuestro poeta no. La luz es
fertilidad, sexualidad, crecimiento, vivacidad. Y retomamos el tema:
Altos
vértigos sobre un espejo.
Espiral de transparencias
(Paz, 1970a, p.141)
En ese lugar los signos se
borran y se mira la claridad. Es el cierre del círculo, el
cumplimiento de las fases vitales, el retorno al origen y, a la vez,
el regreso del poeta -por vía marítima- a su tierra nativa luego de
haber permanecido un tiempo en la India, entre otros sitios.
Esto
y aquello
Las imágenes de Octavio Paz
(1972) siempre se refieren a esto y aquello. Repetimos al propio
autor: “Todo está, todo es aquí. Pero también todo está en otra
parte y en otro tiempo. Fuera de sí y pleno de sí” (p.127).
El cuerpo pierde su
ubicuidad, ya el espacio no cuenta, lo pasado está con nosotros en
este instante. ¿Y el futuro? El futuro se fue, el centro de la
dispersión es la puerta de una experiencia nueva.
“Esto” es el presente que
se perpetúa, no sólo en la temática del cuento sino en el círculo
descrito por los ascensos y descensos de las transiciones; el
tránsito que es aquí y allá al mismo tiempo.
“Aquello”
es la metamorfosis de lo idéntico que se diluye en la
transparencia. Es lo absoluto, lo sagrado. Entre ambos, “esto y
aquello”, se establece una tensión de imágenes que siempre
refieren a un núcleo.
Es el ciclo vital revertido
en la escritura: Un subir y bajar de la creación. “Esto” y
“aquello” es la expresión a través de las imágenes de la
fragmentación del mundo. “Esto” es parecido a “aquello” por
contigüidad y no por su diferencia.
En el poema los temas
aparecen, pretenden alejarse y están allí en cada nudo presumiendo
ser las ramas de un árbol. La arquitectura de los versos está muy
bien tramada, de tal manera que los versos se airean bien completando
ideográficamente la idea vegetal. Los versos irrumpen en una especie
de dispersión interior y espacial del texto. Ascenso y descenso;
movimiento del tránsito que hace de la pasión una inmovilidad.
Luna
nueva-Cuarto creciente
Luna
llena- Cuarto menguante
Cuento de dos jardines
consta de
cuatro partes. La primera corresponde a la juventud de Mixcoac, el
jardín mortificado y erosionado, que simboliza lo que es una tierra
y una gente que ha trazado una historia y una riqueza mítica como la
del pueblo azteca; el dolor de la memoria suspendida en un jardín de
recuerdos heridos. Mixcoac es el sitio donde se aprende a despedirse.
En esta primera parte el poeta canta a esos ritos subterráneos; el
encuentro con la otra cara del ser; “La Vacía”.
La segunda parte continúa el
periplo. Se localiza en la India bajo la sombra del nim. Allí se
establece el pacto. Las isotopías muerte-vida son propuestas a
través de estas dos primeras fases. La muerte está en la historia
que se ha ido de Mixcoac, en la grieta, la incisión que ha hecho el
pasado de ese “barco varado” que es ahora el sitial de la
higuera. La vida se instaura en el cuerpo, en la consumación de la
unión de la pareja: “Nadie acaba en sí mismo”. El casamiento de
los amantes traza una progresión de ciertos estados del espíritu y
cierta materialización de las situaciones. La segunda parte nos
dice: “Supe que morir es ensancharse” y propone la negación como
posibilidad de crecimiento.
El diluvio: los ríos
desbordados, el amasijo, la putrefacción en el umbral de la
resurrección, así se conforma la tercera parte. El alumbramiento,
la Niña India que resucita en la vagina de Almendrita, la Madre
India reafirmando la dialéctica de la vida-muerte. La tercera
instancia representa la pasión que es tránsito y “transcurrir es
quedarse”. El movimiento y la energía de estos versos nos señalan,
a su vez, el acecho del felino y la quietud del albatros en reposo.
De alguna manera es vértigo e inmovilidad.
Cuando el poeta emprende su
viaje de regreso a la tierra de Mixcoac, mar y estela frente a la
mirada, se pregunta por el jardín y se responde ante la alternativa
de dos circunstancias vegetales: “No hay más jardines que los que
llevamos dentro”.(Paz. 1970a. p.139) El jardín se transfigura, se
borra es la otra orilla: la claridad.
Como hemos podido observar el
poema configura cuatro partes dispersas que se revierten una en la
otra como espejos. Una realidad se transforma juntándose para
irrumpir siempre ideográficamente y significativamente en la
búsqueda de una totalidad que es la plenitud. Dicho así aceptamos
que el poema es un proyecto de regeneración de sí mismo y el mundo.
REFERENCIAS
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México: Fondo de Cultura Económica.
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poética del espacio.(2a.
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México: Fondo de Cultura Económica.
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México: Editorial Siglo Veintiuno.
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______.(1970b). Libertad
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México: Fondo de Cultura Económica.
______.(1971). Signos
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Madrid: Alianza Editorial.
______.(1972). El
arco y la lira.
(3a.ed.). México: Fondo de Cultura Económica.
Sucre, G. (1975) La
máscara, la transparencia.
Carcas: Monte Ávila Editores.
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